El Arzobispo convirtió el primer domingo de Adviento en un encuentro cercano
En el Templo de Nuestra Señora del Refugio, el Arzobispo de León, Jaime Calderón Calderón, presidió la misa del primer domingo de Adviento acompañado del padre José Salomé.
Desde el inicio de la celebración, expresó su alegría por reunirse con la comunidad “Estoy muy contento de estar hoy aquí con ustedes”.
Durante su homilía, el Arzobispo profundizó en el sentido espiritual del Adviento como un tiempo de vigilancia, preparación y esperanza.
Explicó el simbolismo del color morado, la ausencia del “Gloria” y la importancia de no dejar que los problemas cotidianos como preocupaciones familiares, laborales o la violencia social apaguen la esperanza en Dios.
“Levanten su cabeza, manténganse de pie, porque los problemas de la vida no tienen la última palabra; la última palabra la tiene Dios”, dijo en su mensaje.
Al concluir la celebración, la comunidad salió a esperarlo afuera del templo. Decenas de personas levantaron globos de colores, mientras lo recibían con aplausos y alegría.
El atrio estaba preparado con sillas acomodadas, música ambiental, comida y un pequeño fuego que mantenía cálido el ambiente.
El Arzobispo se mezcló con la gente sin prisas. Saludó, abrazó, escuchó peticiones y conversó con familias, adultos mayores, niños y jóvenes. La convivencia se convirtió en un espacio cercano donde la comunidad pudo dialogar directamente con él.
Con una escucha activa, Calderón respondió inquietudes que le plantearon los feligreses; entre ellas, una pregunta sobre su vocación.
Antes de compartir su historia personal, lanzó una preocupación importante.
“La Arquidiócesis de León es muy grande. Tenemos 137 parroquias… pero en los últimos 10 años, el número de seminaristas ha bajado un 50%. Necesitamos promover vocaciones desde las familias”,expresó.
Compartió que su propia vocación nació en una familia profundamente cristiana. “En mi casa éramos seis hombres y dos mujeres, y los seis entramos al seminario. Solo quedé yo, por gracia de Dios.”
Pidió a los presentes apoyar y fomentar las vocaciones sacerdotales desde los hogares, como un compromiso comunitario.
Entre risas, preguntas, fotografías y abrazos, la convivencia se extendió varios minutos más. El ambiente festivo, los globos, el fuego encendido, la comida y la música hicieron que el mensaje del Adviento se viviera también fuera del templo.
Así, la visita del Arzobispo se convirtió no solo en una celebración litúrgica, sino en un gesto de cercanía pastoral, donde la comunidad pudo dialogar, compartir y sentirse escuchada.