Foto: Público. Acervo Histórico del Festival Cervantino 1984.

El FIC a lo largo del tiempo

Desde 1972, el Cervantino no sólo ha sido un escaparate de lo mejor del arte mundial, también nos ha ayudado a superar tiempos difíciles a través de la cultura

Por Dra. Adriana Camarena de Obeso

Hace casi 70 años, en una noche de febrero, la ciudad de Guanajuato comenzó sin saberlo una metamorfosis sutil que la convirtió en la segunda patria de Miguel de Cervantes, a pesar de ubicarse a 9 mil kilómetros de su cuna en Alcalá de Henares.

La ya casi legendaria representación de los “Entremeses Cervantinos”, a cargo del Teatro Universitario, no sólo escribió una página memorable para la historia de la agrupación dirigida por Enrique Ruelas o para la propia universidad, que vivía en ese momento una época dorada de emprendimientos artísticos y culturales.

Con aquella escenificación, cual minero atento y esforzado que descubre una veta de metal precioso, Guanajuato reveló un rico yacimiento de significados y referentes, y fue moldeando una personalidad distintiva para arropar a la figura y obra de Cervantes de múltiples formas.

El Festival Internacional Cervantino, surgido en 1972, tras casi dos décadas de representaciones de los “Entremeses”, fue la expresión máxima de este espíritu.

Una fiesta nacida, sí, para convocar al goce estético; generar espacios para el encuentro y la convivencia y suscitar la visita a Guanajuato; pero también, para traer al presente a Miguel de Cervantes y hacer visible la universalidad de su obra. Una obra que no sólo es cumbre de la lengua española, sino una fuente inagotable de referentes, metáforas, poéticas y símbolos que nos ayudan a pensarnos y observarnos como género humano.

Como todo Festival que trasciende, el Cervantino fue forjando su madurez gracias a una bienaventurada confluencia de voluntades y al compromiso, no sólo de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, sino también del público y la ciudadanía de Guanajuato, que han sabido ver en la Fiesta del Espíritu un patrimonio común.

Desde un inicio, el Festival fue dando indicación de su voluntad de grandeza. En las carteleras de sus primeras ediciones, con mayoría de agrupaciones mexicanas y guanajuatenses, aparecían emisarios notables de una docena de países: desde los Coros y Danzas de España y el Teatro Incontro de Italia; hasta Paco de Lucía o Joan Manuel Serrat, huéspedes de sus ediciones de 1975 y 1976.

Hacia finales de los años setenta, el Cervantino ya duplicaba la cantidad de países convocados y alcanzaba los 24. Una época de bonanza económica permitió la aparición ya no sólo de primeras figuras del arte, sino de auténticas leyendas: B.B. King, Janos Starker, Ella Fitzgerald, Claudio Arrau, Mstislav Rostropóvich o Rudolf Nureyev.

Pese a la crisis económica de los ochenta o el sismo de 1985 que obligó a la única pausa en su historia, el Cervantino no detuvo su trayectoria ascendente, congregando a cada vez más figuras y agrupaciones de gran prestigio y ampliando también el abanico de disciplinas y estéticas que convocaba, como el ciclo de música contemporánea, que acompañó al Festival desde 1987.

La creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en 1988, contribuyó al fortalecimiento institucional del evento, al quedar integrado sustantivamente a la máxima dependencia cultural del país, que de cualquier manera trabajaba de manera coordinada con el Gobierno del Estado, la Universidad de Guanajuato y el municipio.

Los noventa fueron una década de vigor y excelencia, con notables referentes contemporáneos en lo individual y lo colectivo: desde Pina Bausch y el Ballet de Kiev, hasta Eduardo Mata, Philip Glass, Kronos Quartet, la Sinfónica de Montreal o la Academia de San Martín en los Campos.

Para la primera década del nuevo siglo, el Festival, que ya de por sí habitaba teatros y plazas de Guanajuato, amplía su conquista del espacio público con producciones monumentales en Los Pastitos y da la bienvenida a su actual formato de País y Estado invitados, con lo que ha permitido mirar a profundidad la creación artística de más de una veintena de naciones y regiones.

Con los nuevos tiempos han venido también nuevos modos de alcanzar al público. Hacia 2012, el Festival inició de manera incipiente su incursión en el streaming y, más avanzada la dé – cada, fortaleció su alianza con la red de emisoras educativas y culturales del país, con lo que abrió incontables ventanas para hacer visible la Fiesta del Espíritu.

La pandemia por COVID-19 puso al Festival en una encrucijada que lo llevó a la virtualidad en 2020 y a un formato híbrido con limitaciones de aforo en 2021; pero ahora, justo para su edición de medio siglo, está listo para abrazarnos a todos de nuevo y hacernos vibrar con la intensidad del arte; para volvernos partícipes de una comunión entre tiempos y latitudes, tal como la experimentaron aquellos primeros espectadores que, en una noche de febrero, vieron a un actor pronunciar: “¿Qué me quieres, sombra vana?”.

Dr. Adriana Camarena de Obeso

Directora General del Instituto Estatal de la Cultural.

— No te pierdas