Las posadas, herencia del mestizaje que mantiene viva la vida comunitaria
Aunque hoy forman parte esencial de la Navidad mexicana, las posadas no nacieron originalmente en el país, sino que son resultado del mestizaje cultural entre el mundo europeo y las civilizaciones mesoamericanas.
Así lo explicó Mario Fernández Zarza, investigador de tiempo completo de la Universidad La Salle Bajío, al detallar el origen histórico y simbólico de una de las tradiciones más arraigadas en México.
“Muchas veces pensamos que las posadas surgen en México porque las tenemos muy arraigadas a nuestra cultura, pero en realidad nacen de ese mestizaje entre la cultura europea, particularmente la española, y la mesoamericana”, señaló el investigador.
Fernández Zarza explicó que las posadas surgieron como una estrategia de evangelización durante la época colonial. Frailes franciscanos y agustinos adaptaron celebraciones prehispánicas ya existentes para facilitar la difusión del catolicismo entre los pueblos originarios.
“Los españoles transformaron tradiciones que ya estaban profundamente instauradas en el pueblo mesoamericano para arroparlas con las nuevas celebraciones religiosas”, indicó.
Incluso, destacó que una de las festividades más importantes del mundo prehispánico coincidía con la temporalidad de diciembre, lo que facilitó la transición cultural. “Los agustinos observaron que había una celebración muy importante dedicada a una deidad principal hacia finales de lo que hoy conocemos como diciembre, y a partir de ahí comenzaron a reorganizar estas prácticas hacia la Navidad y las posadas”, explicó.
Con el paso del tiempo, las posadas incorporaron rituales simbólicos que hoy siguen vigentes, como la piñata. De acuerdo con el investigador, su uso no es casual.
“La piñata surge como una herramienta de comunicación visual y simbólica: los siete picos representan los pecados capitales, los colores las tentaciones del mal y el palo la virtud que lucha contra ellos, mientras que la fe ciega se representa al vendar los ojos”, detalló.
Tras la Independencia de México, las posadas perdieron fuerza en las ciudades, pero sobrevivieron en comunidades rurales, donde adquirieron un carácter más familiar y festivo. Fue ahí donde se reforzó la convivencia comunitaria mediante el compartir alimentos como ponche, tamales y aguinaldos.
“Las posadas se convirtieron en un espacio de fraternidad, empatía y organización colectiva”, afirmó Fernández Zarza.
Más allá de su sentido religioso, el académico subrayó que las posadas cumplen una función social clave al ofrecer un respiro emocional tras un año de trabajo y responsabilidades, dentro de un calendario festivo que prepara espiritual y socialmente a las personas para el resto del año.
“Estas celebraciones permiten al ser humano liberar energía, convivir y después entrar a una etapa de reflexión más profunda que culmina en Semana Santa”, explicó.
Finalmente, el investigador hizo un llamado a preservar las posadas como patrimonio cultural, incluso más allá de las creencias religiosas.
“Las posadas representan la vida colectiva. En un modelo cada vez más individualista, son un recordatorio de la importancia de organizarnos como comunidad y convivir con quienes compartimos barrio y territorio”, concluyó.