¿Existe el amor? La ciencia tiene la respuesta
La pregunta de si el amor existe o no, es tan antigua como la humanidad. Por las calles podemos ver miles de parejas enamoradas que nos harían suponer que sí, pero nada más confiable que la ciencia para dar una respuesta certera.
Es por ello que conversamos con la Doctora Miriam Sánchez Gama, responsable del Centro de Neurociencias de la Universidad La Salle Bajío quien define que.
“El amor es una experiencia tan compleja que involucra alteraciones en nuestro pensamiento y fisiología que son mediadas por nuestras sustancias químicas que se van retroalimentando; es decir, lo que pasa en nuestro organismo tiene un efecto en cómo nos comportamos con esa persona y con la sociedad”.
De acuerdo a los fenómenos químicos que ocurren en el cerebro, las etapas del enamoramiento y la consolidación de la relación se pueden dividir en tres etapas.
No hay un estándar de tiempo en el que suceda cada una de las etapas, todo dependerá del nivel de estímulos que se reciban y se extenderá tanto como se estimule o terminará tan pronto como se deje de recibir el estímulo.
Primera fase: El amor comienza en el cerebro
La Doctora Sánchez explicó que todos tenemos un conjunto de referentes y de características que nos resultan deseables en una pareja, a esto se le conoce como “mapa del amor”; aunado a la compatibilidad que rigen las feromonas entre dos seres humanos, da como resultado un prototipo de potencial pareja; cuando encontramos a alguien que se ajusta a ese esquema, comienza la magia.
“Cuando encontramos a alguien que es compatible con nuestro mapa, se desencadenan una serie de respuestas químicas que son mediadas por dos hormonas: la testosterona y los estrógenos; estas hormonas van a incrementar el deseo sexual hacia la otra persona”, explicó la doctora.
A decir de la experta, incluso bastan 0.2 segundos para hacer “clic” con esa persona y despertar el deseo por conocerle más, el cual, también tiene química de por medio.
Segunda fase: Te conozco y más me gustas… o no
En esta etapa, la atracción trasciende hacia los rasgos de personalidad de nuestro objeto de deseo; se activan los centros de recompensa en el cerebro y esto genera una cascada de neurotransmisores que van a actuar de diferente forma en cada uno de los órganos del cuerpo que produce un estado de euforia.
“En este momento es solo estar pensando en esa persona, que si no me escribe me siento mal y si me escribe me regresa la vida. Todo esto está mediado por neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina, que son sustancias que se producen en nuestro cerebro y se van a asociar con patrones de nuestro comportamiento. En esta etapa del enamoramiento se inhibe la actividad más racional y no vemos lo malo de quien nos gusta”, ahondó la doctora en Ciencias Médicas.
Según la también investigadora, es entonces cuando “se vuelve una meta conquistar a esa persona”.
Tercera fase: Hacer que perdure
En esta tercera fase, el individuo recupera la parte racional; en ella se involucran aspectos sociales y culturales que llevarán a ciertas negociaciones para definir si la relación perdura o no prospera. La responsable de que ocurra se llama oxitocina, la hormona del apego.
En tanto, la vasopresina se cultiva con el cuidado de la relación y de la pareja; pero, en exceso, puede llevar a los celos y, estos, a la ruptura.
La clave para que la relación sea sana y duradera, es motivar al cerebro a producir estas sustancias y eso se hace de manera bilateral.
“Se tiene que entrenar a nuestro cerebro estando con esa persona, teniendo contacto, tener buena comunicación. Los altos niveles de oxitocina tienen que ver con la confianza que se tiene entre la pareja, eso hace que el vínculo sea constante”, aseguró Sánchez Gama.
Es entonces, que lo que comienza con un coctel de neurotransmisores que causan diversas reacciones en el organismo, con factores personales como la comunicación, el respeto y el cuidado mutuo, podría consolidarse en algo que llamamos amor.