Queda leonesa atrapada en Ucrania
Hace 10 años, Rosalía Tovar, originaria de León, eligió a Ucrania como su nuevo hogar. Viajó más de 18 horas desde México hasta Kiev, donde era maestra de español en un Colegio Internacional. Su trabajo le encantaba.
El 16 de febrero Lía, como la llaman, tomó una maleta en la que empacó ni siquiera un cuarto de su vida y abordó un autobús para ponerse a salvo en Ivano-Frankivsk, con ayuda de la Embajada Mexicana. Fue una decisión sabia, de lo contrario, habría quedado varada.
“Nos trajeron aquí en primera por cuestión estratégica geográfica que estamos muy cerca de muchos países europeos donde podemos cruzar rápidamente; y dos, porque Ivano-Frankivsk, aparentemente por ser parte del sureste de Ucrania tendría que ser más segura, no es un territorio que pueda interesarle a los Rusos o que pudieran hacernos algo”, cuenta sentada desde un cuarto de hotel a donde fue llevada.
Pero no quedaron totalmente a salvo. Era cuestión de tiempo para que el bombardeo iniciara en la zona donde se resguardaron. Todo dio inicio el 24 de febrero.
“No pude dormir anoche porque empezaron a escribir algunos amigos y decían “esta noche va a ser, esta noche va a pasar algo” y yo decidí no dormir, me quedé, estoy en un hotel viviendo, me quedé aquí en mi cama sentada esperando”, explica.
Decidió quedarse despierta, sentada en su cama ansiosa esperando que fueran falsos rumores… pero no fue así. Justo cuando se disponía a dormir, cerca de las 4:40 de la mañana, escuchó los primeros aviones militares sobrevolando Ivano-Frankivsk, uno tras otro. Por la ventana lo confirmó.
“Yo me comunico con una amiga y le digo, ¿Qué está pasando en Kiev? Y me dice “no está pasando nada” y le digo, pero hay aviones, y me dice “no, aquí no hay nada”, era porque los aviones estaban sobrevolando donde aquí estoy, es porque apenas iban dirigiéndose para atacar la capital”.
Unas horas más tarde, se volvió imposible salir de la localidad. Las vías estaban terriblemente congestionadas por el tráfico de personas que buscaban salir desesperadamente para ponerse a salvo a como dé lugar.
A las 7 de la mañana del mismo día, se escucharon las primeras detonaciones y el lanzamiento de las primeras bombas. Como dice ella: oficialmente, la guerra entre Rusia y Ucrania había comenzado.
“Era una locura que Vladimir Putin había declarado la guerra a las cinco y pico de la mañana a Ucrania (…) En nuestro WhatsApp de mexicanos empezamos a decir: “¿qué está pasando?”. Yo aquí tengo un escritorio y dije, me voy a meter aquí debajo. Estaban bombardeando el aeropuerto de Ivana-Frankivsk”, menciona.
El aviso de toque de queda llegó. Nadie puede salir después de las 22:00 horas ni antes de las 7:00, anunciaba el alcalde de Kiev, Vitali Klitschkó.
“Estamos en toque de queda, tengo que apagar las luces, tengo que cerrar las ventanas porque es una estrategia, no puede haber luz en las calles para que cuando sobrevuelen los aviones no vean que hay población”.
Lía está cansada no solo física sino también mentalmente. No ha dormido en más de 24 horas, pues debe permanecer alerta para cualquier suceso e indicación
“Estábamos ya muy cansados, yo ahora estoy cansada físicamente, emocionalmente porque fueron dos meses muy intensos que ahora culminan con esto que de verdad es inimaginable”.
No abandone a Ucrania mi segunda casa esto es injusto porfavor!!!!!!🇺🇦🇺🇦🇺🇦🇺🇦 pic.twitter.com/njEMKVs6tM
— Lía Tovar (@LaTovar4) February 24, 2022
Viste pantalones deportivos rosas, playera blanca y tenis que no se quitará para dormir. También tiene preparada una pequeña mochila azul con todo lo necesario
“Estoy súper preocupada porque nos han advertido que esta noche se espera otro ataque y mira, estoy yo ya cambiada, estoy con zapatos deportivos, no me los voy a quitar, estoy con una mochila solamente, mis documentos, un poco de efectivo, mi pasaporte”.
No puede evitar estar triste. Tuvo que reducir 10 años de trabajo, de esfuerzo para comprar sus cosas, pasó de establecerse en su departamento como su hogar, a salir de un día para todo. Ya no podrá continuar con el trabajo de sus sueños, de tener la tranquilidad de pasar un día cocinando en su casa, o salir con sus amigos.
“Pasas a hacerte una maleta, llorando porque no sabes si es lo único que te vas a poder llevar y si vas a poder volver ahí, y yo salí sin saber si iba a poder volver”, dice.
Aunque mantenía la esperanza, ahora sabe que será difícil regresar a la normalidad. Su vida se acortó.
“Tenía la esperanza, todos tenemos la esperanza de que íbamos a volver el sábado a la casa, no vamos a volver, nadie va a volver. Y ahora, no obstante, que solo tengo una maleta como mi vida, ahora he tenido que hacer de esa maleta una mochila pequeña porque si es verdad que habrá ataques otra vez y tenemos que salir, no voy a poder llevar la maleta. Mi vida se ha ido acortando”, finaliza.