Miles de personas asisten a la tradición del ‘Día de la Cueva’
A lo largo de cuatro siglos, uno de los Santos Patronos de la Capital del estado San Ignacio de Loyola logra mantener la fe y devoción de los personas con la Festividad denominada “Día de La Cueva”, que es un pintoresco día de caminata y verbena popular entre los capitalinos.
Decenas de familias se reúnen en las faldas del cerro El Hormiguero para celebrar con música y comida, esta majestuosa postal desde donde se aprecia en su inmensidad cada rincón de la ciudad.
Aquí se instalan juegos mecánicos, comida típica, bebidas de la región, se presentan grupos musicales y se vende uno que otro recuerdito.
Pero la tradición marca que los más valientes deben caminar o correr alrededor de hora y media un tramo de poco más de 2 kilómetros para llegar a la denominada “Cueva”, en donde se oficia una misa tradicional este 31 de julio y luego se continua el andar.
Muchas familias aprovechan para realizar una definición perfecta de día de campo y hasta se cargan el molcajete y la mascota, otros optan por acampar y convivir con los amigos.
“Nosotros venimos en familia, nunca nos lo perdemos, vamos a comer aquí guacamayas para todos nosotros, venimos cinco y hasta que se nos haga noche, yo ya instale mi casa de campaña y me costó trabajo, me gusta venir y respetar la naturaleza, subir al cerro y ver lo bonito que es, nunca me lo pierdo, yo que quedo aquí hasta mañana”.
A la par de las familias se encuentra la participación de los comerciantes que buscan una oportunidad de hacer ventas y que sus productos se conozcan.
Uno encuentra de todo: peluches, comida, ropa, calzado, pan, productos de belleza, entre otros. Por ejemplo, este comerciante tiene más de 30 años vendiendo sus burbujas y se retira del lugar hasta el último momento.
“Aquí tenemos ya muchos años vendiendo como 20, es que viene mucha gente y de otros lugares, yo vendo estas maquinitas de burbujas son mi fuerte a los niños les gusta mucho”.
La leyenda de la Cueva de San Ignacio cuenta que en el siglo XVIII, un grupo de misioneros jesuitas llegaron a Guanajuato para evangelizar a los nativos de la región.
Uno de ellos, el padre Antonio de San Buenaventura y Fray Miguel de Bolonia, decidió retirarse a la cima del Cerro de la Bufa para meditar y orar. Durante una de sus meditaciones, tuvo una visión de San Ignacio de Loyola, quien le pidió que construyera una capilla en la cueva que se encontraba a sus pies.
El padre Antonio obedeció la visión y construyó la capilla dedicada a San Ignacio de Loyola en la cueva. A partir de entonces, la cueva se convirtió en un lugar de peregrinación y oración para los católicos de Guanajuato y de toda la región.
La leyenda también cuenta que durante la Guerra de Independencia de México, la cueva fue utilizada por el caudillo insurgente Ignacio Allende como escondite para sus tropas.