Pedir por quienes han perdido a un ser querido, buscar un momento de oración e intimidad con Dios, recordar la niñez y transmitir la fe a los más pequeños son algunas de las experiencias que los fieles viven en el Jueves Santo.

Cada año la señora Claudia Hernández viaja desde Guadalajara, Jalisco para visitar los Siete Altares del Templo de Nuestra Señora de la Soledad en la ciudad de León.

Uno de estos altares muestra la imagen de María junto a la cruz donde está clavado su hijo Jesús; Claudia comentó que al contemplar esta escena ella rezó por todas las madres que han perdido a un familiar, pues ella vivió una situación similar.

Con la voz entrecortada, dijo que ella pide a Jesús para que las madres encuentren a sus hijos, y que este día es una oportunidad para que “nos unamos a ese dolor que él sintió y que de alguna manera nos fortalezca para seguir adelante”.

Desde muy temprano Juan Carlos Salinas acompañó a su suegra al Templo Expiatorio para hacer las siete meditaciones del trayecto que recorrió Jesús desde que fue capturado en el Huerto de Getsemaní hasta puesto en el sepulcro.

“Para nosotros recordar lo que él sufrió, recrearlo y pedir nos llena”, comentó Juan Carlos.

Este sentir de su yerno también lo comparte la señora María del Refugio Parra, quien a sus 83 años dijo que el acercarse a Dios y sentir la protección de algo grande le llena el alma.

Es común que los fieles reciban un cordón morado y un ramito de flor de manzanilla al visitar los Siete Altares también conocido como Siete Templos. Estos objetos son símbolos que ayudan a las personas a crecer en la fe, explicó María del Rosario Soto quien colabora en la organización de este evento en el Templo de Nuestra Señora de la Soledad.

“Es importante mostrarles a los niños que estos son tiempos de oración y de amor, con que le des el símbolo tú ya le estás diciendo que Jesús está en su vida”, explicó la señora Soto.

La visita de los Siete Templos es una experiencia única que invita a los fieles a sumergirse en la esencia de la fe cristiana y a prepararse para la celebración de la Resurrección de Cristo.